domingo, 7 de noviembre de 2010

LA MUERTE

Por Eric Pérez Segura.
A partir de una experiencia personal abordo el tema del miedo a la muerte absoluta.
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Cuando tenía alrededor de 15 años me topé con la conciencia de la muerte, de mi propia muerte, en una noche en la que no pude dormir. No, no tenía ninguna enfermedad mortal, ni tampoco sufrí ningún accidente grave. Simplemente, y como ocurre con frecuencia con muchas ideas que se le pueden ocurrir a cualquiera, ocurrió de súbito. ¿Qué pasará cuando yo muera? ¿Yo, mi yo, la conciencia de mi yo, desaparecería para siempre? 

A lo largo de los años, desde esa primera intuición, he visto a mucha gente tener la experiencia de vivir sabiendo que en poco tiempo tendrían que morir. Algunas de estas personas se refugiaron en la religión, a pesar de haber renegado de ella por años, algunas otras se encargaron de viajar, escribir, pintar y/o crear, con una vehemencia tal, como si cada segundo perdido en cualquier otra actividad fuera un desperdicio, y con un anhelo de perpetrar su existencia a través de estas actividades, como si fuera el único modo de ahuyentar de su mente la llegada de ese inevitable suceso.

Fue una noche en la que no pude dormir, y todos los razonamientos tendientes a explicar la permanencia o supervivencia de mi conciencia se estrellaban contra una pared infranqueable. Incluso el argumento ontológico, en sus diferentes versiones, ya sea la de San Anselmo, la de Descartes, o cualquier otra versión que venga a sus mentes, se presenta ante mis ojos y mis pensamientos más como una armadura que como una argumentación válida, un escudo protector contra la idea del fin de uno mismo, proyectado en la existencia de un ser superior. Negar en su totalidad el argumento ontológico implica enfrentar una verdad contundente, horrible para muchos.

Miedo
Es el miedo a enfrentar la idea del fin absoluto de la existencia, la nada absoluta, la que ha llevado a la humanidad por siglos y siglos a mantener la idea de la inmortalidad del alma, en cualquiera de sus variantes religiosas. Incluso en el caso del Budismo, se maquilla esta idea con el concepto del Samsara, ese ciclo infinito de reencarnaciones. Partiendo de la concepción de la reencarnación, dado su origen hindú, el Budismo propone salir de ese círculo infinito de reencarnaciones para alcanzar el Nirvana, de tal forma que uno perciba la continuidad de su pulso vital, que ha generado diferentes consciencias en cada reencarnación, y que la muerte hace olvidar, de tal forma que la memoria de todas ellas sea alcanzada o recobrada. Pero como lo señala hábilmente Yukio Mishima en "Nieve de Primavera", esto no es más que tratar de justificar la existencia de la reencarnación, tratando de verla desde el punto de vista de un ser ubicado en un hipotético lugar posterior a la muerte, y que alcanza a contemplar e incluso a comprender este ciclo. De ser así, como él mismo se pregunta, ¿qué caso tiene comprender esto cuando ya no tiene ningún objeto hacerlo? Y la respuesta es que el Budismo termina otorgándole vida y consciencia al muerto que alcanza el Nirvana, termina siendo tan inmortal como las almas de todas las religiones. A fin de cuentas, el Budismo, como cualquier otra religión, no pudo escapar a la influencia histórica de las religiones que le precedieron, así como tampoco pudo evitar el tratar de suavizar una argumentación mucho más contundente que podría haber incluso evitado su surgimiento.

Toda religión, por tanto, así como cualquier ideología, ya sea de carácter político, económico o estético, sirve de zona de seguridad para nuestra conciencia, y de igual manera, coloniza nuestra mente. Y una vez que una idea coloniza nuestra mente, toda nuestra percepción es filtrada a través de ella. Cambiar una idea que ya alberga en nuestra mente resulta un trabajo arduo, y quizás la idea que se ha alojado por más tiempo en la mente de la humanidad es la de la existencia de Dios y la de la inmortalidad del alma humana. La existencia de ambas cosas es el axioma para cualquier otra decisión o idea, negar ambas cosas implica destruir los cimientos de nuestra estructura mental, construida a lo largo de los siglos, sostenida por nuestro mismo lenguaje, y reforzada por nuestras acciones. He aquí el miedo ha afrontar semejante pensamiento. Miedo, palabra clave. Miedo a la muerte absoluta.

Confrontación
Si no podemos confrontar este miedo, si no podemos admitir la posibilidad de la inexistencia de la inmortalidad, si no podemos ni siquiera admitir la posibilidad de que Dios, aunque pudiera existir, no tiene injerencia en nuestra vidas, entonces ninguna argumentación, ninguna idea, ningún escrito podrá convencernos de lo contrario. La idea ha colonizado nuestra mente de manera contundente. Pero si dejamos que este miedo nos abrace durante unos instantes, entonces un cambio importante puede acontecer en nosotros, y más específicamente en nuestra estructura mental. Esta última se vuelve más flexible, nos volvemos más tolerantes, nuestras ideas son menos contundentes, nos volvemos más dudosos, más escépticos, y sin embargo, también estamos dispuestos a experimentar cambios en nuestra vida, a darle incluso un giro radical a nuestra forma de pensar y de vivir. Claro, pero todo cambio tiene un precio a pagar, no se afronta el miedo a la muerte absoluta sin pasar por un período de duda extrema que puede sumirnos en una tristeza indescriptible.

Un niño puede experimentar tristeza al descubrir que el mundo mágico en el que vivía en realidad es una ilusión, como los Reyes Magos, por ejemplo. Sin embargo, el desarrollo cerebral permite que esta tristeza sea pasajera, hay una razón biológica que permite a un niño pasar a la adolescencia y ver a su niñez de otra manera, a veces criticándola de dura manera. En el caso del miedo a la muerte absoluta, no hay ningún desarrollo biológico, al parecer, que nos ayude a superarlo de la misma manera. Al parecer todo reside en nuestra propia fortaleza mental.

Falta de rigor
Si nuestra mente no es lo suficientemente fuerte, empezamos a buscar una nueva idea colonizadora. No es extraño que, en esta época en que las grandes religiones y las grandes ideologías se encuentran en crisis, en que la evidencia científica nos dice que vivimos en un mundo minúsculo con respecto a la escala universal, vulnerable, efímero, considerando nuevamente la escala de tiempo universal, y sumergido en un universo en el que la vida parece ser la excepción más que la regla, busquemos refugio en autores que nos inviten a encontrar un sentido mágico a las cosas, y que utilizan una retórica llena de oraciones contundentes, redundantes y que se aprovechan de la falta de rigor intelectual de sus lectores para invitarlos a reconstruir una estructura mental, a recrear los filtros que la evidencia había destruido, en una palabra a mirar hacia atrás, y tratar de recobrar un espacio de comodidad, una zona de seguridad que le devuelva tranquilidad a nuestras mentes. Me refiero a los Pablo Coehlos, las Rhonda Byrnes, los Robert Kiyosakis, los programadores neurolingüisticos y demás clones y réplicas. Profetas light, autores de la buena onda. La mente queda adormecida, nuevamente colonizada, y la posibilidad de volvel a abrazar ese miedo queda nulificada nuevamente por el temor a salir de nuestra comodidad, de volver a quedar a la deriva, de pensar con rigor, de no dejarse llevar por un lenguaje atractivo.

Pero incluso en el caso contrario, el pensamiento nihilista también oculta una colonización mental. Hay cierto glamour en los filósofos y seguidores del nihilismo, revestido de una aceptación académicista, que hace que el tomar esta postura otorgue inmediatamente el grado de intelectual a la persona que la asume. El pesimismo extremo y la negación rotunda se vuelven también una armadura que justifica una posición tan intolerante y radical como las de su contraparte. Con todo lo brillantes que pudieran ser estos filósofos, no pueden sustraerse de una estructura mental que filtra la percepción de su mundo y de todos los fenómenos que les rodean bajo la razón de un mal endémico a todos ellos.

La consciencia musical
Luc Delannoy, quien trabajó algún tiempo en la UNAM, propone la existencia de una consciencia musical, dividida en varios campos, teniendo cada uno su especialidad y sus sustratos cerebrales. De acuerdo con él, la experiencia auditiva cambia la construcción de áreas específicas de la corteza cerebral que están involucradas en el procesamiento de sonidos. De lo cual podemos inferir que la música puede construir, reforzar y mantener nuestras estructuras mentales, y por lo tanto, la música, o mejor dicho el escuchar música, implica un proceso biológico, que al interactuar con nuestra estructura mental implica también una interacción con nuestro cuerpo. De igual manera, considera que la estructura mental no es ni debe ser inamovible, si no que, por el contrario, debe ser flexible, que haga que el individuo se encuentre en constante movimiento, en constante duda.

Recientemente leí alguna nota noticiosa en donde un psicólogo había prohibido a su paciente el escuchar música contemporánea. Aunque la nota no lo especificaba, y aunque la definición de música contemporánea podría suscitar discusiones acaloradas, es factible entender que la música que este psicólogo estaba prohibiendo es aquella relacionada con la atonalidad, heredera de la música de la segunda escuela de Viena, gestada por Arnold Schoenberg y sus alumnos Alban Berg y Anton Webern, y desarrollada a lo largo de todo el siglo XX, con diversidad de variantes. Y también me he topado con varios ensayos y escritos que critican a la música atonal contemporánea, ya sea por su alejamiento del público, por la falta de aceptación de la misma entre los mismos intérpretes, por la escasa influencia que ha tenido en la música popular actual, y un largo etcétera. Tras años de estar componiendo música, yo mismo me he cuestionado al respecto, incluso estuve tentado cambiar mi estilo musical en algún momento, pero en cuanto lo empezaba a hacer, cierto malestar aparecía. No era yo, no era lo que quería escuchar, consideraba, en suma, que estaba dando un paso atrás. El alejamiento entre la música contemporánea y el público actual refleja, en mi opinión, una crisis, no económica, ni social, sino una crisis espiritual. Nuevamente, el público prefiere escuchar aquello que conoce, que le hace sentir cómodo, nos encontramos ante el mismo escenario que aquellos lectores de los que hablaba en párrafos anteriores. El fin es evitar cualquier cosa que nos espante, aunque esto pudiera al final sorprendernos e incluso maravillarnos. Por eso, el esfuerzo de los compositores actuales, sobre todo de aquellos que exigen una escucha rigurosa por parte de la audiencia, no debe minimizarse por la poca audiencia que tenga. Este esfuerzo puede que no transforme al mundo en su totalidad, pero si puede hacer que aquellos pocos que se acerquen a la música contemporánea consigan un detonador que permita reestructurar su mente, y que puede permitirles, incluso, el que se vuelvan no sólo escuchas, sino lectores, estudiosos, y analistas más rigurosos. Por supuesto, cabe también la posibilidad de que esto no suceda, pues a fin de cuentas, dicho resultado está más allá de las capacidades de los compositores, y de los artistas en general. Pero vale la pena el intento. En conclusión, cualquier artista que se precie de serlo debiera de crear sus obrar sin tener ninguna expectativa sobre su aceptación en la sociedad que las reciba, y en lugar de ello, volcar su atención en el proceso de creación y en la potencial influencia que las obras pudieran tener sobre la manera de pensar y percibir de las personas que la reciban. En otras palabras, que no se creen obras para un público, sino que se vaya creando un público para las obras.

El mundo sin adornos
Este mundo se extinguirá algún día, y el polvo cósmico que se desprenda de este podría crear otros mundos, pero esos mundos no serán como el nuestro. Un árbol al morir se descompone, y su sustancia vuelve a la tierra, y puede que alguno de estos elementos formen parte de otro árbol posteriormente, pero este árbol ya no será el primer árbol en cuestión. A la conocida ley de que "la materia no se crea ni se destruye, tan sólo se transforma", habría que agregar que "aquello que se destruye no vuelve a aparecer, y aquello que se crea es único, aunque contenga elementos de lo ya destruido". A nuestra consciencia, al morir, podría ocurrirle un proceso similar a los descritos anteriormente, y sin embargo, esto no es razón para ver al mundo con un pesimismo exacerbado, así como tampoco para abrigar un optimismo exagerado. El mundo es como es, el universo es como es, y la muerte también. No hay más. Esto es poco glamoroso, un poco desangelado si se quiere, no hay razones para entrar en la depresión, aunque los nihilistas insistan en ello, así como tampoco las hay para brincar de alegría, como los promotores de la superación personal nos invitan a hacer. Tras pensar sobre la muerte uno también vuelve su atención a la vida, ya que esta sólo ocurre una vez para cada consciencia, con todo lo bueno y malo que implique para cada quien dicha aseveración. Estar consciente de ello debiera ser el primer paso para transformarnos a nosotros mismos, para empezar a reconstruir nuestro pensamiento, o dicho de otra manera, para repensarnos. 

Este nuevo siglo necesita una revolución del pensamiento, pero esta revolución, a diferencia de otras, es de carácter individual, por lo tanto, es una revolución silenciosa, lenta, a muy largo plazo, y que muy probablemente, no tenga héroes ni mártires, y de cuyos frutos a nivel colectivo podríamos no ser testigos. Este escrito es sólo una invitación a cada lector para iniciarla, abriéndo la puerta, como paso inicial, a la posibilidad de que la muerte sea el fin absoluto de la consciencia propia y dejándose llevar por la implicaciones de esta intuición.

16 comentarios:

  1. Verdaderamente profundo, pese a las multiples platicas que hemos tenido al respecto, es maravilloso ver que lo hayas plasmado de tan buen modo. Ahora, lo que planteas es completamente revolucionario en cuanto a la ruptura del paradigma... mas bien EL PARADIGMA, la gran concepcion de la inmortalidad del alma.
    Tomemos en cuenta que vivimos en una sociedad educada bajo este concepto y que no podremos cambiarlo de la noche a la mañana -que tampoco es lo que se espera- pero pienso, si las religiones todas, se han amarrado de este concepto y a su vez han hecho fanaticos de esta idea a demasiados, qué tan conveniente sera que la gente rompa con la idea de la inmortalidad del alma? en un mundo de caos donde lo unico que parece detener los impulsos primitivos y animales de esta sociedad es la "religion" cualquiera que esta sea, que ocurriria si el unico control de conducta desapareciera? Esto es tan revolucionario que habria que considerarselo con calma creo yo...
    Todo cambio genera incertidumbre y mas el cambio de ideas, ya lo decia el Chebutíkin de Chéjov "quiza nos parezca que existimos cuando en verdad no existimos"... y habria que entrar en todo un proceso de evolucion de pensamiento para discernir nuevas (o ni tan nuevas) ideas sobre los conceptos vida y muerte.
    Nadie que haya leido Coehlos (y haya gustado de ellos) tambaleo jamas en su pensamiento simple... creeme, triste pero cierto, el grueso de la gente gusta de cosas que puede entender y que no le significan un reto a los procesos mentales, por ello tambien, las obras complicadas (de cualquiera de las artes) seran comprendidas y apreciadas por un puñado, pero esperando un despertar colectivo, como dices, deben crearse como deben y hacerse un publico por ellas, no hacerlas para un publico.
    Todo el asunto respecto a los pocos seguidores de las corrientes de pensamiento nuevas lo ataño a la burda crisis intelectual que provoca el gusto por la simplicidad (que no en todos los casos es mala) mas que a una crisis social... aunque ello tambien es tema de otra entrada creo. La comodidad y la simpleza, particularmente en la literatura y la musica, adormecen los sentidos, la razon y el pensamiento y definitivamente estoy del lado de hacer arte por el arte, no por snobismo, remuneracion economica, ni popularidad, sino por la repercusion en el subconsciente colectivo y el proceso de cambio en el pensamiento.

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  2. De antemano, gracias por tus comentarios. Es difícil dar respuesta a tantas cuestiones plasmadas en ellos. Tan sólo diré entonces que cualquier cosa que sirva para liberar al pensamiento, con las posibles inconveniencias que pudiera representar en un principio, es algo que vale la pena hacer. Se ha ayudado a la humanidad tanto como se ha matado y hecho la guerra en nombre de las religiones (cualquiera que venga a tu mente), entonces la desaparición de ellas no tendría porqué aumentar o disminuir el número de atrocidades o buenas acciones que el ser humano cometa, al menos no en el corto plazo. El despertar de los sentidos, y la descolonización de nuestro pensamiento reportarán beneficios palpables en la convivencia humana tras un largo período de dudas individuales y debates internos, qué tan largo será este período y que a qué problemas nos enfrentará, es difícil decirlo. Sin duda el camino hacia esta liberación no será fácil, pero de no darse, entonces creo que los daños a la humanidad serán mayores, ya que seremos testigos de cómo la espiritualidad y la creatividad humanas se estancan, y cualquier cosa que se estanque deja de cambiar y por tanto muere, aunque siga existiendo. Cambio, esa es la palabra clave.

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  3. Vacuidad... después de mucha reflexión, que no puede ser más que poca comparada con cualquier cosa, creo que la creación no ha sido sino el crecimiento expansivo de los materiales de un sistema autocontenido, eso a lo que nos empeñamos en ponerle barba y moral no es otra cosa sino el caos sostenido por el mismo vacío de sus reglas: no hay más regla que la existencia de la materia misma :-S.

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  4. Gracias por poner tu comentario, más pronto de lo que esperaba, por cierto. Bueno, empecemos por "la creación". Es interesante constatar que incluso aquellas teorías científicas avanzadas, basadas en ecuaciones y elucubraciones matemáticas, no están exentas de cierto carácter ideológico. En 1927 un sacerdote católico belga, Georges Edward Lemaître (1894-1966), partiendo de las teorías del físico ruso Alexander Friedmann, propuso la hipótesis de que las galaxias procedían de un núcleo inicial que denominó “huevo cósmico” o “átomo primigenio”. En efecto, si Friedmann tenía razón y el universo se hallaba en expansión, al recorrer el tiempo a la inversa, es decir, del presente hacia el pasado, deberíamos llegar a un instante en el que t (tiempo) fuera igual a cero (t=0). En ese momento toda la materia del Universo estaría concentrada en un punto del espacio-tiempo denominado singularidad cósmica o singularidad del Big-bang. En un volumen mínimo, se concentraría toda la masa del Universo, lo que significa que tanto su densidad como su temperatura serían descomunales. Ideológicamente, el hecho de que un sacerdote católico pudiera formular la idea de este átomo primigenio también le daba sustento a la idea de un creador de dicho huevo.

    En 1948 Hermann Bondi y Thomas Gold, con la posterior incorporación de Fred Hoyle, propusieron una teoría cosmológica alternativa a la del Big-bang. Según estos autores el Universo estaba en expansión, pero no tenía ningún origen en el tiempo. No existía ningún instante t=0. El Universo era eterno y, aunque se hallaba en expansión, siempre había permanecido igual, fuera cual fuera la región del espacio que observáramos. Esto era así porque se creaba materia continuamente, de manera que la nueva materia creada iba ocupando el espacio dejado por las galaxias en expansión. Esta propuesta recibió el nombre de “Teoría del Estado estacionario” (Steady State) y afirma la existencia de un Universo homogéneo eisótropo, es decir, que tiene el mismo aspecto sea cual sea la región del espacio que observemos y el tiempo (momento) en el que lo hagamos. Estas dos características, homogeneidad e isotropía, son conocidas con el nombre de Principio cosmológico perfecto. La Teoría del Estado estacionario rechazaba totalmente la hipótesis de que existiera una RCF (Radiación cósmica de fondo), puesto que, según ellos, no había habido ninguna explosión inicial, lo que significaba que en caso de descubrirse su existencia esta teoría se vería seriamente comprometida. Nuevamente es muy importante subrayar que los motivos ideológicos no estuvieron ausentes en la formulación de esta teoría. En efecto, la hipótesis del Big-bang parecía implicar la existencia de un Creador que debería ser el autor del átomo primigenio que al explotar daría lugar a nuestro Universo. La teoría del Estado estacionario prescindía de un Creador porque no había ningún instante inicial a partir del cual surgiera todo. El Universo simplemente era eterno; o lo que es lo mismo, por decirlo con una expresión de Stephen Hawking: carecería de borde en el tiempo.

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  5. En los setenta se propuso una nueva hipótesis cosmológica que aceptaría la existencia de una gran explosión pero descartaría cualquier referencia a un Creador (ésta era una motivación ideológica muy importante en la afirmación y aceptación de esta teoría cosmológica). Se trata de la teoría del Big-crunch. El Universo se expandiría fruto de una gran explosión, pero al haber una cantidad de materia superior a un determinado valor, denominado “densidad crítica de materia” y representado por la letra griega Omega, la atracción de la gravedad primero detendría la expansión y, luego, contraería el Universo hasta colapsarlo sobre sí mismo. La disminución del volumen del Universo provocaría un aumento de su temperatura, de su densidad y de la presión produciendo una nueva explosión cósmica que daría lugar a otro Universo, pero que nuevamente vería frenada su expansión por la acción de la gravedad, para contraerse y volver a iniciar un nuevo ciclo. Este proceso se repetiría infinitas veces. La resultante: un Universo sin origen ni fin.

    Respecto a esta teoría cabe comentar tres cosas:
    a) Los estudios más recientes que se han llevado a cabo en este campo indican que la cantidad de materia (visible, oscura y antimateria) existente es inferior a la densidad crítica de materia, lo que significa que la fuerza de la gravedad no podrá detener la expansión cósmica, de manera que el Universo NO podrá colapsarse dando lugar a un nuevo Big-bang y, con ello, a otro Universo.
    b) En segundo lugar cabe destacar la objeción formulada por el prestigioso Premio Nobel de Física Steven Weinberg. Según este autor, cada uno de los ciclos de explosión-implosión experimentado por el Universo debería comenzar con una cantidad de fotones (luz) mayor que la del ciclo anterior. Al haberse producido un número infinito de ciclos (recuérdese que la teoría del Big-crunch postula que no existe ningún tipo de inicio en el tiempo, no existe ningún ciclo inicial) actualmente debería de haber una cantidad de luz infinita, lo que significa que, de ser cierto el argumento de Weinberg, no existiría la “oscuridad de la noche”.
    c) Finalmente se deben destacar los motivos ideológicos por los que es apreciada esta teoría. En efecto, sucede que, tal como reconoce Weinberg: “algunos cosmólogos se sienten atraídos por el modelo de las oscilaciones porque, como el modelo del estado estable, evita bien el problema del Génesis”. Sin embargo, ni el modelo del Big-crunch (oscilaciones) ni el modelo del Steady state (estable) evitan, ni bien ni mal, el “problema del Génesis” (la no necesidad de un Creador), ya que estas dos teorías físicas se basan en el error filosófico de suponer que la creación sólo puede darse si lo creado llega a la existencia a partir de un instante dado, sin comprender que no sería irracional admitir la hipótesis de una creación que fuera eterna. En efecto, un Dios omnipotente y eterno podría crear el Universo o bien en un momento determinado, o bien podría hacerle existir desde toda la eternidad, de manera que el Universo sería eterno pero creado, o dicho de otro modo: podría ser coeterno con su creador si es que esa fuese su voluntad. Esto último sería metafísicamente posible por la sencilla razón de que la creación no consiste en la simple posición del ente en el tiempo, sino en la donación del ser al ente, o lo que es lo mismo: en la participación que el ente tiene del ser; y esto, el Creador, podría hacerlo a partir de un instante determinado (t=0) o desde siempre (t=infinito). En definitiva, se trataría de algo que formaría parte de su libre elección.

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  6. Para salvar el escollo de ambas teorías, a partir de la década de los ochenta, y sin abandonar totalmente el ámbito de las motivaciones ideológicas, algunos científicos, entre los que destaca Stephen Hawking, propusieron la noción de Auto-creación del Universo. Éste habría tenido un comienzo en el tiempo (con lo que se descartaría la teoría del Estado estacionario), pero no estaría sometido a un continuo flujo y reflujo de ciclos de expansión y contracción (rechazándose así la teoría del Big-crunch). Sin embargo, no cabría pensar en ningún Creador, ya que el Universo se habría creado a sí mismo, el universo AUTOCONTENIDO al que te refieres. Parafraseando a Stephen Hawking, podríamos decir que “Expulsar al Creador” ha sido una de las prioridades esenciales de los defensores de las teorías de la “Auto-creación”. Ahora bien, si se quiere ser racionalmente riguroso (por lo que los prejuicios ideológicos deberán ser dejados de banda) nos encontraremos con el hecho de que incluso aceptando la hipótesis de que el Universo se autocreara no queda excluida la posibilidad de hacer referencia a un Creador, dicho de otro modo: no resulta irracional afirmar su existencia. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que el Universo tiene el origen, sea cual sea éste, y la estructura que tiene gracias a que existen unas leyes físicas que le hacen ser como es. Pues bien, si el Universo se crea a sí mismo lo hará porque unas determinadas leyes físicas le hacen originarse de este modo. Ahora bien ¿cuál es el origen de esas leyes físicas? Ellas no pueden ni: a) originarse con el Universo, puesto que han de serle, de alguna manera,anteriores para poder originarle, ni b) originarse a sí mismas, ya que nada puede ser causa-efecto de sí mismo. Así, pues, incluso aceptando la hipótesis de que el Universo se hubiera creado a sí mismo, no resultaría irracional la aceptación de la existencia de un Creador. Si Ratzinger hubiera esgrimido el argumento anterior habría sido una brillante defensa de la existencia de Dios, en lugar del argumento tan pobre que dio.

    Por lo tanto, me atrevo a concluir que la idea de "expulsar al creador" es una colonización mental, que nos lleva a los mismo callejones teológicos sin salida que la idea de "la existencia del creador". En realidad, la existencia o inexistencia de un creador debería tener importancia nula para una mente realmente libre de ataduras, ya que exista o no exista, su existencia no tiene ningún efecto sobre la existencia misma del individuo. En cuanto a la ciencia, seguramente en un futuro, tal vez no muy lejano, lleguemos a tener una teoría muy detallada del origen del universo, sin embargo, y sin importar qué teoría resulte ser la acertada, ella no nos dará ninguna información sobre la existencia de su creador, cualquier conclusión a este respecto tendrá que ver más con la ideología de los postulantes que con una evidencia concreta.

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  7. Vayamos a la "Vacuidad". Proveniente del término Shunryata, típicamente se ha traducido así. Sin embargo, creo que esto ha conducido a una seria falsa concepción del mismo. la historia de occidente demuestra que de hecho se ha mailinteerpretado durante milenios, llegándose al extremo de pensar que el budsimo es nihilista, que sostiene la inexistencia de las cosas. Sin embargo fue el propio Nagarjuna quien aclaró esto desde un comienzo. En efecto, el nombre de la filosofía Madyamika, deriva directamente del término que empleó Nagarjuna para referirse al camino del medio, aludiendo al espacio entre el nihilismo y el materialismo (conocido en el budismo como "eternalismo"). Nagarjuna sostenía que negar la existencia de los observadores o de los objetos era evidentemente estéril, pues nuestra experiencia fundamental cotidiana lo desmienten con total claridad, en la medida que lo que existe para mí -como fenómeno- soy yo y mi circunstancia, si queremos emplear el lenguaje de José Ortega y Gasset. En definitiva shunyata se refiere, entonces, a la interdependencia de todas las cosas, en tibetano "ten del"(origen dependiente) o algo así. El principio de origen dependiente se aplica en tres formas: causalidad, abstracción y distinción. El origen dependiente se aplica al fenómeno de la causalidad mostrando que todos los fenómenos son a la vez causa y efecto y que, simultáneamente, todos los fenómenos tienen -a su vez- causas y efectos. De esta manera se comprueba que no existe fenómeno alguno que sea totalmente independiente del resto.

    El concepto de origen dependiente también se aplica en relación a los distintos niveles de abstracción que se dan en la observación. Un sistema puede ser percibido como unidad simple o como unidad compuesta. Cualquier cosa visible siempre estará inserta en algo que lo contiene y a su vez estará formada por cosas que la componen, por lo tanto existe un origen lógico dependiente de los compuestos en términos de sus componentes. Ahora bien, a pesar de que todo está conformado por componentes, estos componentes no definen al todo, ya que los componentes de un sistema siempre cambian, aunque el sistema -como totalidad- se mantenga. Esta idea fue expresada en tiempos del Buda por Heráclito, cuando expresó su célebre sentencia: Nadie se baña dos veces en el mismo río. En efecto, si nos preguntamos dónde está la identidad de un río determinado, concluiremos que no se encuentra en el agua siempre mutante que lo conforma y constituye. El concepto de origen dependiente se aplica aquí en términos de distinción. Esto significa que si buscamos la verdadera identidad de un sistema, no la encontraremos en sus componentes.

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  8. En resumen, el planteamiento de Nagarjuna es el siguiente: Las cosas derivan su ser y su naturaleza de su interdependencia mutua y en sí mismas no son nada. Esa es en definitiva la idea de shunyata. No significa que las cosas no existan, sino que existen pero son mutuamente interdependientes y, por lo tanto, no tienen existencia aislada o en sí mismas. Durante el siglo XX, el pensamiento cosmopolita de raigambre occidental ha redescubierto esta filosofía al percatarse que la ciencia contemporánea corrobora de la manera más radical y categórica los preceptos de la filosofía Madyamika. En primer término ha sido la física y particularmente la mecánica cuántica la que ha establecido con la rigurosidad propia del método científico que, en efecto, cuando uno descompone un objeto físico en sus componentes llega a un punto muerto que es la partícula-onda. Se trata de una entidad inimaginable pero susceptible de representar matemáticamente como la probabilidad de que pase algo. Por ello Bertrand Rusell (maestro de maestros) decía: El hombre corriente piensa que la materia es sólida; pero el físico piensa que es una onda de probabilidad, que ondula en la nada. Dicho brevemente: la materia en un lugar determinado es definida como la probabilidad de ver en ese lugar un fantasma. En consecuencia la partícula-onda no existe en sí, no tiene existencia intrínseca, su naturaleza es shunyata, sólo existe en la medida en que interactúa con otras partículas cuánticas, tiene origen dependiente.

    ¿Caos? ¿Vacio de reglas? Cuidado! La teoría del caos muestra que unos sistemas deterministas pueden ser imprevisibles. Desde Maxwell y Poincaré, siempre ha habido físicos que conocieron la existencia de trayectorias inestables. En los años setenta, el caos se vuelve una moda. El título "Teoría del Caos" es impropio, el estudio del caos cuestiona el determinismo, pero la fascinación por lo aleatorio se ha convertido en una actitud anticientífica por excelencia. Se ha instaurado el fanatismo del caos. Después de todo, el azar no es más que la suma de nuestras ignorancias, y hay una relación sutil entre el azar y el determinismo. Todo sistema físico aparentemente estable es susceptible de no serlo más, ya que UN SISTEMA JAMÁS ESTÁ TOTALMENTE AISLADO. Además, es importante decir que el caos de los físicos tiene poco que ver con el desorden y la complejidad de los procesos sociales que nos rodean. Un error similar se comete con la generalización del principio de incertidumbre de Heisenberg, que más que incertidumbre, lo que enuncia es una indeterminación, y habla de la interacción entre el instrumento de medida y el objeto medido. Y si seguimos, el mismo error se comete al generalizar la idea de Relatividad de Einstein en términos de que "todo es relativo" (pensaba en la filosofía nihilista y postmoderna, y pensaba en mencionar algunos nombres… lo retiro).

    Finalmente, en cuanto a la moral (tema espinoso por la fina frontera que hay entre ella y la represión), sugiero tan solo estas ideas:
    a) Cada uno de nosotros puede afirmar su individualidad gracias a que también tomamos consciencia de la colectividad, volvemos a la idea de interconexión, de shunyata.
    b) Cualquier cosa que atente contra contra la interacción de los componentes de cualquier sistema, puede ser considerado incorrecto, por ser un obstáculo.
    c) Por lo que todo obstáculo a la libre interacción de los individuos en una colectividad sería lo único que podríamos declarar como moralmente incorrecto.

    Bueno, todo esto da para mucho, pero creo que es hora de detenerme…

    Muchas gracias por tu post.

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  9. WOW! Pues muchas gracias por tu respuesta. En realidad, lo único que traté de decir en mi post (que no está necesariamente relacionado con tu blog, pero sí con el comentario de FB, por alguna razón que ahora no recuerdo) es que el universo como lo conocemos, independientemente de su origen y finalidad, es simplemente el resultado del crecimiento expansivo de sus materiales, crecimiento regido por sus mecanismos de interacción, los cuales soy y somos incapaces de explicar sin recurrir a ideologías más o menos sustentables: no sé si haya un dios detrás de la creación de nada en el universo, pero sí estoy seguro de que cualquier religión se niega a si misma teleológicamente (después explico porque afirmo tal cosa).

    Independientemente del origen del universo, creado o no por un dios, el día de hoy es imposible negar que si a un papel en combustión le retiras todo el oxígeno que le rodea, esté dejará de arder inevitablemente. Nuestras restricciones terrenales están regidas, al menos por el momento, por una serie de "reglas de interacción de la materia". No podemos volar no porque no podamos imaginarlo, sino porque nuestros cuerpos no están dotados de los mecanismos físicos necesarios para propiciar tal acción. La única manera que hemos encontrado para volar ha sido utilizar nuestro ingenio y conocimientos sobre las "reglas de interacción de la materia" a nuestro favor. Estás reglas se han modificado en la medida de la ampliación de nuestro conocimiento sobre la materia y el reconocimiento de otras condiciones posibles (que no sean las que se experimenten aquí en el planeta Tierra). No hace mucho fue muy famoso el "LHC" (¿Gran colisionador de Hadrones?) por su puesta en funcionamiento para tratar de dar explicación a ciertos fenómenos inexplicables científicamente hablando (aun cuando se hayan dado posibles explicaciones al respecto). Somos capaces de dudar de nosotros mismos y aceptar que tal vez haya comportamientos en la materia que no hayamos sido capaces de presenciar, que tal vez la materia sea capaz de existir e interactuar de maneras que no entendemos ni conocemos por el momento. Ha sido siempre de estas investigaciones, de encontrar explicación al "funcionamiento" de la materia y sus interacciones, como hemos explicado las cosas y hemos logrado crear maravillas como el internet, las comunicaciones inhalámbricas, computadoras, automóviles y otras tantas cosas (a mí me parece maravilloso que toda la información necesaria pueda "volar en el espacio" sin necesidad de un conductor tangible). Todo este choro es sólo para explicar que yo no tengo duda de que el universo como lo conocemos se encuentra en este estado en relación directa a la interacción de sus materiales, independientemente de su origen o la estabilidad de sus sistemas.

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  10. El universo es un sistema dinámico caótico: no hay desorden en él, simplemente se comporta y desarrolla en la medida de las posibilidades directas de sus variables (por eso es autocontenido, todo sucede dentro de sus propios límites, aunque su límite no sea una frontera tangible, sino las capacidades de interacción de los materiales que lo componen). Por eso es caótico: caos no es lo desordenado, sino aquello que presenta un orden "demasiado complejo": complejo porque presenta demasiadas variables. Ahora, necesariamente, éstas reglas no requieren de nadie que las esté "activando". Éstas reglas simplemente "existen". Ahí es donde la cosa se pone escabrosa: somos humanos, aquello que buscamos necesariamente condiciona los resultados. Siempre habrá, como haces bien en señalar, una carga ideológica detrás de las explicaciones de algo tan "ideológico" por naturaleza como lo es el origen del universo: EXPLICAR EL ORIGEN DE LAS REGLAS ES EXPLICAR EL ORIGEN DEL UNIVERSO (porque es a eso a lo único que podemos aspirar en nuestra meta de explicar el origen del universo, explicar el origen de las reglas, entender porqué funciona así el universo). Por suerte, la física es el resultado del conocimiento colectivo: no le pertenece a nadie. La física no se detendrá hoy en día en una afirmación dogmática, siempre habrá alguien que sea capaz de apreciar algo que la persona anterior a él perdió de vista.

    Independientemente del origen de las reglas, éstas existen y no se atienen a las necesidades morales de ningún ser humano. No creo que ninguna piedra se convierta en comida por más fé que tenga en ello, ni por mucho que desaprueben su parecido con una bailarina exótica. ¿Si me explico? Sus reglas están vacías de necesidades morales, su existencia depende, como bien dices, de la verdadera vacuidad: de su existencia dentro de un sistema, de ser causa y efecto a la vez. Tal vez si removieramos un elemento del sistema las reglas cambiarían y esto las dejaría igual de vacuas. No hay necesidades ideológicas detrás de ellas. Es por eso que la anécdota sobre Galileo es tan importante: Eppur si muove o E pur si muove: despoja de cualquier cezgo ideológico a la existencia. No importa que tanto trates de explicar a través de un dios la existencia del universo, simplemente existimos aquí y ahora, somos parte de un sistema más complejo que depende de nosotros, pero que fácilmente existirá sin nosotros, no somos capaces de alterarlo de forma significativa. Somos, inevitablemente, resultado de una seria de "coincidencias" explicables en el marco teórico de una buena "teoría del caos": no somos coincidencia, sino el resultado final del crecimiento de un sistema autocontenido. No existimos más allá de las reglas, más allá de nuestros límites. No importa si sus resultados son imprevisibles, pues no se trata de preveer el estado final de las cosas, sino todo lo contrario: es justamente esta característica de imprevisibilidad la que anula teleológicamente toda la posibilidad de los "dioses morales" y su control-libre-albedrío.

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  11. Creo que el problema es que mencioné la palabra "creación". Pero bueno... más bien me refería al "estado de las cosas". No me interesa explicar el origen del universo, pues esto nos es físicamente imposible. Como dije, a lo más que podemos aspirar es a explicar el "origen de las reglas", y eso no nos conduce necesariamente al origen del universo. Tampoco me interesa en acabar con la moral en strictu sensu. Más bien abogo por una ética-moral de la existencia humana: la moral depende de nuestras necesidades sociales. En México siempre se ha tenido una moral católico-cristiana, y eso no impide que los políticos o los narcos abusen de las circunstancias. Pero bueno, creo que eso ya es otro rollo totalmente diferente y muy complejo también.

    Ahí disculpa la tardanza :-P... no soy muy bueno para esto de escribir, ni tengo tantísima información como tú :-$.

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  12. Debo decir que al empezar a leer el texto me fue muy difícil quitar los ojos de encima. Desde que vi el tema, se me hizo extremadamente interesante. También vi algunas ideas que nunca antes había pensado como el tratar de “descolonizar” nuestra mente y abrirnos a un nuevo pensamiento revolucionario. Ciertamente este proceso es lento y difícil en la sociedad, sobre todo porque descansa sobre un fundamento demasiado fuerte y es aceptado por la gran mayoría de la sociedad. Claro que lo que las personas acepten creer o no creer no afecta a la validez de un objeto o pensamiento, sino que primero debemos apuntar la vista hacia el “cimiento” de esta idea.
    Es importante fijar la vista en este punto porque la única manera segura de determinar si una creencia es verdadera (o falsa) es asegurarnos de que descansa (o no) en un fundamento sólido y fidedigno. Buscando bajo cada creencia, capa por capa hasta llegar a lo que ya no puede ser cuestionado. Los seres humanos confiamos en nuestras creencias de la misma manera que confiamos en nuestras casas. Confiamos en el segundo piso porque está construido sobre un primer piso fuerte y confiable. Confiamos en el primer piso porque está construido sobre un fundamento fuerte y confiable. Confiamos en el fundamento porque está construido sobre una base sólida, fuerte y confiable. Confiamos en la base sólida porque… bueno, porque todos confiamos en ella. Es inútil cuestionar la base o buscar algo más sólido bajo ella. Tanto la experiencia como la razón y la intuición nos dicen que la base es la máxima respuesta del constructor a la solidez. Hemos visto casas construidas sobre base sólida que siguen en pie. Sería tonto gastar tiempo y dinero para analizar la base penetrándola para demostrar lo que ya todos sabemos: La base es sólida, confiable y segura para construir. La base es el absoluto del constructor.
    A lo que voy es que la razón misma nos dice que debemos buscar capa por capa para saber sobre que descansa alguna idea que apoyemos o descartemos.
    Primeramente, cuando hablamos de la muerte y decimos que no hay nada más allá, es porque descartamos que el humano tenga algo dentro de sí que sea eterno. Descartamos la idea de la existencia del alma, de un espíritu o incluso de un “yo”. Es porque descartamos definitivamente la idea de la existencia de Dios. Y aquí es cuando llegamos al punto del fundamento; Dios es el fundamento sobre el cual descasa la esperanza de una “vida después de la muerte” sin él, podemos decir confiadamente que “El mundo es como es, el universo es como es, y la muerte también”
    Y desde aquí me gustaría basar mi comentario analizando la idea de un mundo sin este fundamento, porque a raíz de esto es que podemos confiar o desconfiar de la vida después de la muerte, centrándome en un significado a todo.

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  13. UN MUNDO SIN SIGNIFICADO

    Sin Dios, la existencia de la humanidad no tiene sentido y la posición humana no tiene esperanza. Si no somos el producto de un creador, sólo somos máquinas accidentales programadas con reflejos y respuestas que nos llevan a hacer cualquier cosa. Sin Dios, la libertad no tiene significado, la responsabilidad no tiene significado, la bondad, el heroísmo, la justicia y el amor carecen de significado. Tampoco tiene significado el odio, la lujuria, la mentira o la cobardía. Si no somos más que máquinas programadas al azar, una persona que asesina a otra está haciendo simplemente lo que una máquina de cierto tipo y programa está condicionada para hacer bajo determinadas circunstancias y estímulos. ¿Cómo puede la sociedad juzgar y penalizar debidamente a una máquina por hacer lo que hace? En un mundo sin Dios, la gente, sus ideales y todas sus actividades carecen absolutamente de sentido.
    Sin Dios, el universo no ofrece nada más que desesperación. Si no hay un poder superior para dar valor a la humanidad y darnos propósito, cualquier sentido de existencia significativa es una ilusión. Si usted existe por accidente, sin ningún plan; si su existencia no es más que algo terminal y sólo puede esperar más allá vacío, ¿cómo puede desarrollar un sentido de propósito que le permita salir de su cama cada mañana? ¿Y qué importancia tiene cómo ocupa sus horas, días y años? A pesar de lo importante que puedan parecer sus planes y actividades, ¿cómo puede encontrarles significado real, si todo lo que hace carece de objetivo y está destinado a terminar en la nada cuando el universo se queme hasta morir?
    Rick Gore, un escritor de la National Gepgraphic, escribió: “Entonces, ¿cuál es el propósito de un universo cuyo fin es tal olvido? Cuanto más empiezo comprender el universo, más me molesta esta pregunta. No tengo respuesta más allá de algunos recuerdos que no se deteriorarán.”
    El final del universo no dejará nada en absoluto, ni siquiera un recuerdo. Los incrédulos deben compartir la desesperación del señor Gore. Para ellos, la historia del universo es una tragedia cruel de la materia que se da vida a sí misma despertándose a la conciencia, levantándose hacia la inteligencia y soñando con la eternidad, sólo para enfrentar el inevitable, inalterable y total olvido. El novelista John Updike lo puso en términos muy simples: “Si este mundo físico lo es todo, entonces es un infierno cerrado en el que estamos confinados. Como dijo Pascal, somos prisioneros en cadenas condenados a ver cómo se matan los otros prisioneros.”
    Sálvese usted mismo es el propósito inalcanzable de muchas filosofías que intentan explicar la existencia y encontrar significado en un universo sin Dios. Pero, simplemente, el significado no se puede encontrar sin él. O Dios es el absoluto del universo, o el universo no tiene sentido. O Dios es la fuente de la ley moral, o la moralidad es una ilusión. O Dios es la fuente de la razón, o todo es irracional. Es como si todos fuéramos llevado río abajo en un torrente veloz y tuviéramos que escoger entre escalar una piedra o zambullirnos en una cascada. Una opción ofrece seguridad y un asidero sólido sobre una realidad estable; la otra termina en una caída agitada en que nada tiene significado y nada es verdad. La opción es Dios o nada; no tenemos ninguna otra alternativa.

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  14. INCONSISTENCIA
    El universo es implacablemente racional y ordenado como para permitirnos construir una propia versión de la realidad. Cada día, los incrédulos se ven obligados a contender y tomar decisiones sobre realidades que niegan firmemente, pero no pueden eludir.
    Al leer el texto pude notar que no hay una negación de la existencia de una conciencia, sino al contrario, existe pero se trasformará y no volverá a aparecer. Una de las realidades que deben negar los naturalistas o subsecuentes es la existencia de un yo con su correspondiente conciencia. En un universo sin sentido donde las personas no son más que máquinas, no hay necesidad o explicación para el sentido del yo o la supervisión moral de una conciencia. Los incrédulos pueden negar la realidad del yo, pero aun así deben tratar con una constante presencia interna e inexplicable que tiene todas las señales de su existencia.
    En la novela That Hideous Strength, de C. S. Lewis, el profesor Frost, un científico social incrédulo, reconoce la presencia de este yo dentro de su ser. Una presencia que parece sobreponerse a la máquina que él dice ser. El yo de este profesor mantiene un comentario constante sobre sus actividades y hace juicios que no son bienvenidos respecto de sus decisiones y acciones. Frost nota este yo y niega su existencia diciendo que se trata de una ilusión. Cuando enfrenta la muerte súbita, en este instante comprende que este yo y su conciencia nunca fueron ilusiones, sino completamente reales.
    Esta cosa a la que llamamos conciencia –esa voz intrusa que tan a menudo desafía nuestras intenciones- es inexplicable en universo naturalista, donde Dios no existe. Si el universo realmente no tiene sentido, como la razón indica en un mundo sin Dios, y los seres humanos no somas más que gotas impersonales de átomos, los incrédulos no necesitan buscar excusas para sus actos, pero la historia nos dice que lo hacen. Su conducta es la exhibición de la misma realidad que niegan. La existencia de la conciencia implica la existencia de un código moral que hace pensar fuertemente en la realidad de un externo absoluto.

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  15. INEXORABLE REALIDAD
    Los incrédulos dependen inconscientemente de Dios como base para sus argumentos en contra de él. Al decir que Dios no existe por lógica debemos aceptar que no hay significado, pero la queja sobre la ausencia de éste es una admisión táctica de que el significado debe existir. El hecho está en que los seres humanos tenemos un concepto de él, o por lo menos imaginamos la existencia de un significado. Y es imposible imaginar algo que sea completamente ajeno a nuestra propia experiencia. Es como intentar imaginar un nuevo color primario, un sexto sentido, una cuarta dimensión o un tercer sexo y que no sea una combinación o extensión de los ya existentes.
    El hecho de que podemos imaginar, comprender o incluso negar el concepto de significado demuestra que existe. De otra forma, nunca podríamos pensar en él. Este sentido de significado señala directamente hacia un absoluto, y el único absoluto que puede proporcionar el significado es Dios que creó este universo con un propósito específico.
    Cuando llegamos a este punto, creer en Dios es la única opción racional. Mientras que no haya ninguna manera de demostrar la existencia del significado empíricamente. Creo que el comentario sobre “La Muerte” y “El mundo sin adornos” tiene su base fundamental en la idea de la inexistencia de Dios, y a su vez el punto principal es trasmitir esto, quedando el resultado de la muerte como un añadido a esta creencia. Es por eso que base mi comentario basado en Dios y el significado que hay en esta idea.
    Realmente este blog llamó mi atención al saber que usted a tan temprana edad se cuestionó y temió el inevitable final de este cuerpo. Por supuesto que soy más joven pero a esa edad yo tenía la mente por otro lado. En mi opinión usted toca puntos muy fuertes y cuestionables también (¿Por qué no?) Pero a su vez creo que hay una base racional en la cual apoyar la esperanza de que la muerte solo sea una separación y no la inexistencia, y nótese que no mencione la palabra “religión” para dar base a esta creencia. Como usted mismo escribe: aquello que se destruye no vuelve a aparecer, y aquello que se crea es único, aunque contenga elementos de lo ya destruido. Algún día este cuerpo será destruido y lo que quede (como algunos llaman: la energía) será transformado en algo único e irrepetible. Aprovecho para decir que admiro a un músico y pensador como usted y espero podamos intercambiar ideas.

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